Son muchas las cosas que viví durante
la JMJ en Río de Janeiro, son muchas las enseñanzas con las que regreso, fueron
muchas las bendiciones, muchos los regalos, muchos los dones. No tengo ganas de
ponerlos en un orden cronológico o bajo ningún otro tipo de jerarquización
porque creo que dentro del alma, dentro de la vida, no todo puede ser tan fácilmente
etiquetable, tan fácilmente acomodado en “el cajón que le corresponde”, pero
trataré de ir compartiendo poco a poco lo que espero que a otros les pueda
servir.
Existe una expresión en italiano
que me encanta porque creo que encierra muy bien una vivencia que todos hemos
tenido, se trata de “fare la scelta
giusta”, literalmente significa “ hacer la elección justa”, y tiene todo el
peso de lo que implican esas palabras. Una elección que indica libertad,
posibilidades, discernimiento, renuncia. Y justa, que incluye lo correcto, lo
que corresponde, lo cierto. Tomar o hacer la
scelta giusta es optar por lo que es mejor, no lo que es mejor para un
interés particular mío, sino lo que es mejor en sí, objetivamente hablando, lo
más atinado.
Una de los regalos que más
agradezco a Dios, me lo dio en la playa de Copacabana, el día de la primera
Misa, la Misa de inicio con el cardenal Orani. Ahí, de noche, en la playa,
frente a ese escenario extraordinario lleno de luz y de color, con la alabanza
hecha música, la música hecha sentimiento y el sentimiento hecho alabanza, con
los miles de jóvenes que vivían la misma fe, el mismo amor, con el grupito de jóvenes
que yo llevaba, viéndolos metidos en la Misa, haciendo oración, con la sonrisa
en su rostro, ahí, de pronto sentí con una fuerza y una certeza desarmante que
había hecho “la scelta giusta”, que no me había equivocado al seguir la invitación
de Cristo para ser su sacerdote, que todas las pequeñas y grandes renuncias de
mi vida, de mi vocación, no son en balde, que tienen sentido, que mi vida y mi
consagración no son carentes de sentido, que tengo una misión personal y que en
la medida en la que la alcance alcanzaré la plenitud, la felicidad. Ahí en un
instante Dios me regaló esa certeza y fui feliz.
Ahora quedo con el deseo de hacer
todo lo posible por lograr que muchos jóvenes tengan también esa certeza en su
vida, con el deseo de invitar a otros a hacer lo posible para ayudar a que los jóvenes escuchen la invitación
que Cristo les hace en su vida, a ser felices, a vivir en plenitud, a brillar, a
aprovechar cada instante, para que el día de mañana ellos puedan hacer una
pausa, detenerse un momento en sus estudios, parar su trabajo del día, ver a la
persona que quieren, guardar silencio unos segundos durante la fiesta, en fin,
que puedan contemplar un instante su vida con la realidad concreta que
tienen enfrente y agradecer a Dios mientras se dicen a sí mismos, así en voz baja y con una serena alegría: “ho fatto la
scelta giusta”.
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