Hoy por la mañana, mientras
regresaba de la capilla a mi habitación, me topé con este amanecer y me resultó
imposible resistir el deseo de subir a la azotea para poder contemplarlo con
calma por un momento, y créanmelo, en vivo lucía mucho mejor de lo que se ve en
esta foto.
Por otro lado, ya sé que la foto
no está tomada desde el mejor ángulo y por si fuera poco además está toda llena
de antenas, tinacos, edificios, árboles y cables que tapan el amanecer, pero
bueno ¿no es así nuestra vida?
Siempre tenemos un horizonte que
es bellísimo, aparentemente lejano pero afortunadamente real, sabemos que
nuestra vida se dirige hacía ese Cielo, que algún día todos estos cansancios de
la vida diaria, las preocupaciones, las dificultades y tristezas se terminarán
y llegaremos al Cielo. Quizá la visión que te da el lugar en el que te
encuentras actualmente no te permita ver como quisieras la belleza de ese
horizonte, quizá hay muchísimas “cosas” que también en tu vida se interponen y
te tapan la visión del amanecer al que nos dirigimos, pero la belleza del
destino hacia el que vamos es tanta y es tan verdadera que logra hacer que los
estorbos de la vida cotidiana no nos impidan llenar el corazón y el ánimo con
la hermosura del paisaje.
Si hubiera existido la
posibilidad de tomar la fotografía desde un lugar más alto seguramente habría
sido una fotografía más “limpia”, más hermosa, pero a mí me gustó así, porque
así es nuestra vida, una vida llena de cosas que se pueden corregir, de
estorbos cotidianos, de obstáculos que hay que superar, pero que a pesar de todo no impiden que podamos
detenernos, de vez en cuando, a contemplar la belleza del horizonte que está detrás
de todo y hacia el cual todos nos dirigimos.